Las últimas peripecias
Autor: Alejandro José Ortiz Sampablo
Cada domingo por la noche viajamos al Istmo. Mi colega Fausta y yo procuramos descansar en el recorrido; por el ritmo de trabajo del Instituto y la Brigada, hemos terminado agotados.
La sorpresa
Al llegar a Juchitán, tomamos el equipaje y ya no se encontraba un maletín rojo, se lo robaron, mi colega me dijo: si baja rápido tal vez alcance a quien lo tomó. Era más optimismo que realidad, recordó cuando le robaron su celular hace unas semanas en la misma línea de autobuses.
En cuanto al valor de la pérdida fue minúscula en comparación a la de Fausta. Tenía un significado sentimental, más por lo que me evocaba.
Una preocupación irrisoria
Cuando llegamos al Istmo poco después del sismo nos quedamos a vivir aproximadamente mes y medio. Estaba terminando la temporada de lluvias, no tardaron en iniciar los fuertes vientos que coincidieron con el levantamiento de escombros.
Mis zapatos empezaron a mostrar los estragos del trabajo, intenté buscar tinta y grasa para lustrarlos, sin tener éxito, en esos momentos no abrían las tiendas y la verdad no me quedaba mucho tiempo, sin embargo no me agradaba verlos así.
Me causaba risa mi preocupación, ya que era insignificante en relación a la situación que se vivía.
El recuerdo
Recordaba a mí querido amigo Gregory quien falleció hace más de dos años. De él recibí varias enseñanzas. Era psicólogo con la especialidad en el tratamiento de adicciones, estudió la carrera en el ejército de los Estados Unidos.
El dolor producto del cáncer le hacía mantener despierto casi todo el día y de mal humor muchas veces. Eso contrastaba con su nobleza y su generosidad. Insistía que si quería ser un gran psicoanalista también tendría que cuidar mi imagen y no ser común en mí vestir, me decía que una parte importante eran los zapatos. Me dio algunos trucos para lustrarlos.
El reencuentro
Ese día llegué a su casa, toqué el timbre, me gritó que las llaves estaban en la ventana, él no podía moverse, estaba solo, bastante maltrecho en su cama. Me acerqué para darle un abrazo, me dijo, manito no me toques, haz de cuenta que soy de papel, me duele el menor roce.
Charlamos, recordó las veces que lo había rescatado de otras situaciones. Una vez más, aun cuando había jurado no volver a verme, era yo quien acudía en su auxilio. Me quedé a cuidarlo por más de seis meses.
El maletín
Contenía los enseres que conseguí para lustrar mi calzado. El maletín condensaba aquellos momentos iniciales en la brigada y la enseñanza de Gregory, quien me decía, que sin importar la situación no perdiera el estilo, pues los zapatos hablan mucho de la persona.
El hurto
Nos quedamos un momento en la terminal, reflexionamos sobre las pérdidas y los ladrones, me sentí triste, después me consolé, me dije: que bueno que no se llevaron mi computadora.
También me sentí molesto por que ahora debido a los actos de unos cuantos ya no viajaremos confiadamente. Afortunadamente, mi colega y yo recobramos la alegría casi inmediatamente, tomamos rumbo a Unión Hidalgo, donde nos esperaban otras peripecias, volvimos a reír, creemos nada nos quita el optimismos y la alegría en apostar por lo mejor de los seres humanos.
Si quieres apoyar a la Brigada, quien dice ¿Psi? llama a los teléfonos: 951 244 70 06 / 951 285 39 21
Nota publicada el 02 de mayo de 2018