Intervenciones terapéuticas
Autor: Alejandro José Ortiz Sampablo
Hace unos días en una conferencia en la cual tenía como objetivo sensibilizar a padres de familia respecto a la trascendencia de sus palabras y actos en la vida anímica de sus hijos, critiqué de manera irónica estrategias que algunos profesionales realizan con la intención de resolver en sus pacientes los afectos que les producen conflicto, como la tristeza, el odio y el miedo.
Un ejemplo
Cuando acudimos al Istmo por motivo de la Brigada, observé una de esas estrategias que aplicaron a un grupo de niños, con la intención que perdieran el miedo. Después de entregar hojas en blanco solicitaron a los pequeños dibujar lo que les producía ese afecto, el paso siguiente consistió en recortar la hoja con el dibujo para después enterrarlo. Al finalizar todos aplaudieron y quedaron felices.
Me pregunté si los que realizaron la estrategia realmente creían que los niños no volverían a temer lo que habían enterrado. Pues en la vida psíquica, una vez fijada una representación -como lo es la que provoca el miedo- deja una huella que jamás se borra. De tal manera que cuando los pequeños tiene un miedo exacerbado (fobia) es porque se han reunido las condiciones para que se fije el afecto y la representación. A veces al paso del tiempo los pequeños pierden esos temores, pues una cualidad de la vida psíquica es desplazar esos afectos a otras representaciones -del mundo exterior- inhibirlas o sublimarlas.
Una regla
Por lo general se desconoce que la vida psíquica obedece a una dinámica, que hay una entidad psíquica -el Yo- encargada de conciliar las exigencias de un mundo interior y las del mundo exterior, conocido como realidad.
El día de la charla, la madre de un pequeño se acercó para preguntarme como abordamos en el psicoanálisis las problemáticas de los niños. Le comenté una máxima que tenemos, los problemas de los pequeños, las más de las veces son los problemas no resueltos de los padres, que se manifiestan en los hijos de manera exacerbada; por lo que sugerimos que sean ellos quienes primero tomen el tratamiento psicoanalítico, pues los niños al estar en el proceso de desarrollo adquieren la posibilidad de restablecerse rápidamente, lo que viene bien a cualquier estrategia que se utilice con ellos.
Infancia es destino
El mejor tratamiento para los niños es a través de los padres. El propósito de la campaña emprendida por el INEIP, Infancia es destino es concientizar a los padres, para que sean ellos quienes a través del tratamiento psicoanalítico adquieran la sensibilidad de guiar a sus pequeños a enfrentar las vicisitudes de la vida. Pues son los padres quienes por lo regular los someten a estados de angustia al exigirles cosas que no son propias de su edad; pierden de vista que los pequeños tienen muy poco tiempo en este mundo que habitan.
¿Quieres saber más? Te esperamos en nuestros próximos Puntos de encuentros. Únete a la Red en pro del cuidado de la vida psíquica. Todos somos ciudadanos del mundo y a la campaña Infancia es destino.
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Nota publicada el 02 de marzo de 2019